A Lucas le encantan las muñecas. Cuando sus padres le regalan una, el pequeño se emociona y corre a jugar con ella. En el parque, un niño del colegio se la quita para hacerle rabiar y… ¡la muñeca se rompe!
A Berta le gusta tener todo ordenado, incluso sus emociones. Si un día siente rabia o demasiada tristeza, abre sus cajas de colores y mete las emociones dentro. Pero un día Berta pierde el control... Porque, ¿podemos encerrar las emociones en cajas?